Entrevista de RTVE a Roberto Crobu de Öptima Coaching: Miedo al Fracaso

El fracaso no existe. Solo se trata de un punto de vista, pero no de la realidad: al menos cuando enfocamos las experiencias desde el punto de vista del aprendizaje.

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Resumen:

¿Cómo actúa el miedo al fracaso?

Lo más habitual es la parálisis, aunque se suele disfrazar En todo caso el miedo al fracaso puede actuar en las 3 componentes de una persona:

Emociones: bloqueando a la persona justo en el momento de afrontar el reto, en forma de síntomas psicosomáticos como rubor, taquicardia, temblores, nudos en el pecho etc. Esto impide a la persona realizar los comportamientos previstos con confianza y serenidad, condicionando su calidad optima de ejecución, su toma de decisiones y sus resultados finales.

Pensamientos: en forma de justificaciones más o menos comunes y estereotipadas con el fin de permanecer en la “zona de confort” y no arriesgarse: suele ser más cómodo no tomar iniciativa para no asumir responsabilidades y quejarse de lo mal que está todo desviando la atención de uno mismo hacia lo que se tiene alrededor. Esto suele hacer perder de vista las propias posibilidades y la percepción de control de los acontecimientos, ya que con esa pauta de pensamiento acabamos creyendo que las cosas no dependen de nosotros sino de los demás: así no nos sentiremos obligados en hacer algo.

Comportamientos: en forma de parálisis, comportamientos sustitutivos o comportamientos defensivos que lo que hacen nos es tanto facilitar el afrontamiento, sino alejar a la persona de la meta propuesta. La evitación, los silencios y los “camuflajes” y las ausencias en los momentos clave son los comportamientos más habituales.

¿Por qué estamos en una cultura de miedo al fracaso

Son las creencias socialmente compartidas y asumidas: el hecho que sean compartidas no significa que coincidan con la verdad, pero se suelen asumir como “verdades universales” que hacen mucho daño a la iniciativa empresarial. Dos de estas creencias principales son: “Mi valor como persona depende de los éxitos y fracasos que obtengo”, y “Los problemas tienen siempre una sola solución válida”. Con respecto a lo primero, la cultura económica Mundial, por la gran competitividad y el libre mercado, lleva a considerar y valorar a una persona y a un proyecto en términos de Éxitos o Fracasos: si consigues algo cuantificable en dinero en tu vida, entonces podrás ser considerado persona exitosa, si no nada. Con respecto a lo segundo, el bloqueo queda patente en cuanto tengamos alguna duda sobre nuestras decisiones a la hora de resolver problemas complejos: hasta que no se dé con ella siempre estaremos en el camino de la equivocación. Esta cultura nos viene dada del actual sistema educativo centrado en resolver problemas simples (ecuaciones, sistemas, derivadas, mezclas químicas, problemas de física newtoniana, ejercicios de gramática y sintaxis, etc.) antes que problemas complejos (método del caso): los problemas simples son aquellos que solo admiten una respuesta correcta. Sin embargo en la vida, los problemas de todos los días son “problemas complejos” que no tienen una única solución válida posible: son los problemas más típicos del método del caso que se enseña en las escuelas de negocio, pero antes de llegar a ellas, normalmente un estudiante suele estar expuesto a más de 15 años de resolución de problemas que solo admiten una única solución. Todo ello, traducido en los negocios nos lleva a la falacia mental de no tomar decisiones hasta que no se está absolutamente seguros de los resultados a obtener: la percepción que deriva de ellos es la falta total de un “plan b” por así decir, y hace que una persona se lo piense mucho antes de dar un paso y arriesgarse: ahí es cuando entra el miedo.

Qué debe hacer una persona para superar su miedo al fracaso.

Primero dejar de pensar en términos de éxito y fracaso.

Segundo, tener un objetivo claro que quiera alcanzar y con el que quiera auto-realizarse: como decía Nietsche “Quien tiene un porque soporta casi cualquier como”. No estamos hablando de objetivos necios como “quiero ser rico” o simplemente “quiero ganar más dinero”: hablo de un objetivo de crecimiento personal, algo por lo que quiere ser recordado al final de sus días por sus allegados.

Tercero, buscar dentro de ese objetivo de auto-realización, una actividad con mediante la cual quiera poner en práctica su propósito vital.

Cuarto, arrancar con un pequeño paso: una vez visualizado el objetivo no hace falta iniciar desde lo más grande; en ocasiones un pequeño paso produce muchas consecuencias que ayudan. En esto la paciencia es una virtud fundamental: dentro de un plan a largo plazo, tener claro que vamos a hacer hoy, aunque sea pequeño, que no acerque más a lo que queremos: basta con preguntarse al final de cada día ¿Qué he hecho yo hoy que me haya acercado más a mi meta?

Quinto disfrutar del camino: no es aconsejable recorrer el camino rápidamente si no se toma uno el tiempo de disfrutar y recrearse con lo que hace. Una vez planteada la meta a largo plazo, yo sugiero siempre olvidarla en favor de centrarse uno en el paso a dar cada día. Si no sería como aquel escalador que mientras sube hacia la cima de una montaña, no hace otra cosa que mirar y mirar a la cima, perdiendo de vista la etapa del día y el paisaje que le rodea: acabará agobiado por ver la cima tan lejos y no llegar todavía. Sería frustrante y estresante.

Sexto y último, estar abiertos al aprendizaje: cuando nos paramos en analizar lo que hemos aprendido de una experiencia, ahí es cuando nos damos cuentas de lo valioso que ha sido para nosotros vivirla, incluso cuando hayamos cosechados resultados no acordes con nuestras expectativas: en todo caso, con este enfoque dejaremos de ver fracasos a favor de experiencia gracias a las cuales hemos aprendido y crecido.

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