¿Cuál es el principio básico con el que podríamos quedarnos si redujéramos la gestión del tiempo a la mínima esencia?
Sin duda el de “Tener la ideas suficientemente claras acerca de las Prioridades y disponerse a pagar el precio que corresponde para mantenerlas”
A fin de cuentas la gestión del tiempo se reduce a un solo principio que es: “Tener Ideas Claras y Establecer Prioridades”.
Establecer prioridades es quizás lo más difícil ya que detrás de este acto tiene que haber la suficiente madurez y solvencia como para entender que si una tarea, un objetivo, o una acción viene antes que otra, tratar de solaparlas o llevarlas en paralelo ya es de por sí una demostración de que: bien no establecimos correctamente esas prioridades, o bien no estamos dando la importancia que se merece al asunto que priorizamos en su momento.
Esa madurez y solvencia implican asumir que el precio que tendremos que pagar para respetar la prioridad asumida, será el de dejar en segundo plano todo lo demás hasta llegar a niveles adecuados de solvencia con esa prioridad. Cosa que al decir parece fácil, pero al practicar parece que no lo es tanto: ¿Disfruto de un paisaje o me preocupo dea sacar el mejor plano para un selfie? ¿Doy un paseo por la calle o chateo por wassap? ¿Disfruto del momento o lo comparto por Facebook? ¿Gusto un solomillo de buey o veo el telediario mientras a la vez comento la noticia con mi pareja? ¿Escucho música o leo un libro?
Tareas sencillas del día a día que hemos desaprendido hacer con el 100% de los sentidos puestos en ellas y que se convierten en un ejemplo más de cómo nos cuesta establecer prioridades, no tanto porque no tengamos claro lo que nos gusta hacer, sino porque no estamos dispuestos a renunciar a “todo lo demás” cuando nos decantamos por una elección.
Definir una prioridad es, en última instancia renunciar a todo lo que no esté alineado con esa prioridad. ¿Estamos realmente dispuestos a pagar ese precio? Este es el real punto que diferencia a los que consiguieron los grandes logros que necesitaban en esfuerzo constante y duradero en el tiempo, de los que simplemente lo intentaron. ¿Estoy dispuesto a cambiar de trabajo para ganar más dinero? ¿Estoy dispuesto a quedarme en la misma empresa, aunque sea sin crecer económicamente, pero disponer de este horario flexible? ¿Me interesa más atender al cliente o asistir a esa reunión donde se repartirán proyectos y comisiones futuras?
Así es muy fácil toparse con ladrones del tiempo cuando nuestra prioridad es llegar a la reunión de las 16:00 cuando un cliente nos llama a las 15:45 y atendemos su llamada sabiendo que necesitamos 10’ para desplazarnos y que es conveniente llegar 5’ antes, por si acaso.
Si para nosotros es sumamente importante esa reunión, tendremos que considerar que lo demás pasará en segundo plano.
Si por el contrario, atender a ese cliente es sumamente importante por las razones que sean, tendremos entonces que estar dispuestos a cambiar de prioridad, sin que por ello tengamos que sentir remordimiento por el retraso que nos suponga esa reunión: seguramente, también las personas que tienen previsto reunirse con nosotros tomarán buena nota de ello y de cuales nos nuestras prioridades. Quejarnos entonces de ello no será otra cosa que una manera infantil de no asumir que “si algo no hicimos, habrá sido porque decidimos dar importancia a otra cosa prioritaria”: este representará el precio que tendremos que pagar para disfrutar o aprovechar de esa prioridad.
Por tanto, tener las ideas claras sobre cuáles son las prioridades en todo momento es fundamental para gestionar mejor el tiempo y no acabar “rellenando el día” con actividades que habremos abordado sin criterio, indiscriminadamente, tal y como surgían.
Lo que más ayuda a establecer prioridades es definir claramente el objetivo que queremos conseguir cada vez que afrontemos una sesión de trabajo: da igual el tiempo, una hora, dos o cuatro horas seguidas. Se trata de lo que queremos conseguir y, posteriormente, definir qué acciones consideramos que nos llevarán a esa consecución. El precio que tendremos que pagar para conseguir ese objetivo será el de dejar de lado todo tipo de acciones que no aporten o no nos acerquen a ase objetivo. Si al contrario, durante la ejecución nos encontraremos haciendo otras cosas que no nos acercan a ello, esta será la mera demostración de que no estamos dispuestos a pagar ese precio y que, por tanto, quizás sea mejor redefinir nuestras prioridades, ya que el comportamiento, en última instancia es lo que delata cuáles son nuestras reales prioridades.
Öptima Coaching tiene varios programas para entrenar el establecimiento de prioridades y la gestión del tiempo:
– Taller de Gestión del Tiempo I
– Taller de Gestión del Tiempo II
– Sesión de Coaching para la Definición de Objetivos
– Coaching Ejecutivo orientado a Desarrollar la Habilidad con Método Öptima
– Programa Mindfulness MBET