Pongamos un ejemplo: piense Vd. en algún proveedor de servicios al que suele recurrir con frecuencia pese a no proporcionarle el mejor servicio del mundo.
¿Por qué no lo cambia?
Aproveche la oportunidad para reflexionar y dar respuesta a la pregunta anterior: ¿Cuál es la razón por la que no lo cambia?
En muchas ocasiones los Coaches que nos vemos en esta tesitura, solemos atribuir (quizá con excesiva superficialidad) la razón de todo esto a la fatídica influencia de la llamada “Zona de Confort”.
Pero en este post quisiera proponer de manera provocativa la opción de que no fuera por esa razón. Si no fuera por el efecto negativo de la “zona de confort”, sino por influencia de un factor positivo, ¿cual sería ese factor?
Analizando los hábitos de ciertas personas al respecto, llegamos a la conclusión de que el motivo por el que no cambiamos a veces de proveedor, de producto, de pareja, o incluso de hábito personal, es más bien por una cuestión de confianza.
Es decir que pese a reconocer en ciertos modos que dicho producto, servicio, relación sentimental, o hábito no coincide con nuestra mejor idea de cómo nos gustaría que fuera, lo aceptamos de buen grado y con suficiencia.
Es evidente que una actitud de suficiencia no encajaría ante la necesidad de lograr la excelencia: pensemos por ejemplo en un equipo de alto rendimiento como los mecánicos de la fórmula uno que tienen que cambiar las ruedas de un coche en un tiempo cada vez menor. Conformarse con tardar 8 segundos donde otros lo hacen en 3,2 sería una suficiencia abogada a la mediocridad.
Pero este no es el escenario de este post. El escenario de este post se refiere a situaciones donde el límite de la excelencia no es necesario a esos niveles y la razón por la que no buscamos una mejora es por confianza en nuestro proveedor o en el producto que nos proporciona, pese a no ser el mejor.
Como decía Stephen Covey, la confianza es una “cuenta corriente emocional”. Mientras esa cuenta corriente está en positivo, la confianza está presente.
Pensemos en la pareja por ejemplo: ¿A quién no le gustaría tener a una pareja más atractiva físicamente o en algún otro aspecto específico (que no fuera la confianza)? ¿Acaso el hecho de no optar por cambiar de pareja tiene que entenderse como estar “acomodados” a la zona de confort? No necesariamente. Puede que el criterio estético, si bien resulte importante, no llegue a primar por encima del de la confianza, por ejemplo.
Puede que muchas veces nos planteemos “buscar algo mejor”, pero si para nosotros la confianza en un factor que prima, por encima del criterio que queremos mejorar, entonces nos quedaremos donde estamos.
Por esta razón es importante que en un proceso de Coaching valoremos muy bien si tanto nosotros como nuestro coach estamos entendiendo bien la real necesidad de la salir de la tan denigrada “zona de confort”.
Para ello es importante hacer un estudio previo minucioso del sistema de creencias y valores que nos mueven, a no ser que acabemos confundiendo prioridades.
La tendencia de los últimos tiempos de valorar como positivo en absoluto el “abandono de la zona de confort” puede que constituya en algunos procesos de Coaching una falacia ante la evidente presencia del “factor confianza”.
Los riesgos de confundir Confianza con Confort en un proceso de coaching son importantes, y las consecuencias que derivan de ello en un proceso y en las responsabilidades a asumir ante un cliente pueden ser graves: podríamos estar acompañando a un coachee a deshacerse de un valor positivo o de basar una decisión de cambio sobre la errónea idea de que algo que para él/ella es funcional, se acabe entiendo como “limitante” .
Öptima Coaching ofrece una metodología específica para la detección de valores y creencias personales que se suele proponer como paso previo a un proceso de Coaching con el fin de mejorar el servicio y ayudar al cliente a esclarecer su posición ante los inevitables momentos de duda que pueden surgir a lo largo de un proceso.
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