Muchas personas se preguntan esto todos los días que inician una jornada laboral, pero la verdad es que ante todo habría que aclarar que es la felicidad.
Si entendemos la felicidad como un estado perene de plenitud, alegría y bienestar, entonces podríamos preguntarnos si acaso hemos conseguido a lo largo de nuestra vida mantener un estado de salud tan duradero como para nunca haber sufrido un resfriado, una faringitis o una otitis, por no hablar de enfermedades más serias.
Desde luego habrá personas que suelen gozar de un estado de salud casi impecable, pero la verdad es que la vida está hecha de momentos y episodios. Y que esos momentos y episodios es perfectamente normal que puedan alternarse, desde los de mayor salud, a los de menos, los más agradables y placenteros y los más difíciles y e infelices.
Si queremos ver la vida desde un punto de vista pragmático en lugar de idealista, tenemos que asumir que la alternancia y el cambio son inevitables. Y por la misma regla de tres, esto supone cambio en los estados de ánimo. ¿Entonces, integrando esta información, como podríamos entender eso que llaman “felicidad” de una manera más efectiva?
La felicidad entendida como estado perene de alegría y bienestar es más bien una quimera, un ideal a perseguir, un valor cuyo cumplimiento jamás podrá considerarse como alcanzado plenamente. Y esto puede ser altamente frustrante para quienes la entiendan como tal. Es por eso que se suele hablar de “maldición” en la búsqueda de la felicidad: porque cuanto más se busca, más el hecho de no encontrarla provoca todo lo contrario.
La clave entonces está en entender a la felicidad no tanto como la consecuencia de una sucesión de estados más y menos alegres, sino como una intención personal que nace desde el interior de la persona, una actitud con la que las personas pueden afrontar el día a día de trabajo y de la vida, y que no depende de lo que les ocurra, sino de cómo ellas mismas deciden vivirlo; del enfoque con el cual se decide vivir con fluidez, serenidad y equilibrio los distintos momentos de la vida independientemente de lo que ocurra, confiando en el proceso de crecimiento y aprendizaje por el que todo lo que ocurre puede ser útil y provechoso, o dejarse llevar, al contrario, por los altibajos que le puede suponer juzgar un acontecimiento como positivo o negativo.
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