¿Por Qué Algunas Personas Aplazan Ciertas Decisiones?

El hábito de no tomar decisiones en el momento y aplazar su determinación, es uno de los mayores ladrones de tiempo internos (que dependen de uno mismo).

El no tomar una decisión a debido tiempo, nos vuelve a tropezarnos irremediablemente con la misma tarea una y otra vez, causando un derroche innecesario de energías y distracciones que se transforman en un coste cognitivo y de tiempo muy grande.

Las principales causas de este hábito son:

1. La creencia de necesitar más tiempo para meditar, recoger información, analizar pros y contra.
¿Te imaginas a Messi antes de un regate meditando sobre pros y contras acerca de las distintas maneras de hacerlo? Posiblemente el adversario le robaría el balón antes. Lo que convierte a Messi en un crack no es solo el hecho de manejar las piernas con mayor control y rapidez que otros, sino el hecho de tomar decisiones sobre cómo hacerlo más rápidamente que ninguno. Y no lo hace calculando racionalmente, sino de manera intuitiva.
La verdad que es que esta necesidad es una falacia importante porque jamás tendremos a disposición de toda la información necesaria para tomar una decisión: es más, a mayor información, más se complica y amplía el difícil cálculo de pros y contra, llevándonos a una situación insostenible por la cual mientras realicemos este cálculo, las reales opciones a disposición irán menguando con el pasar del tiempo: intervendrán nuevos factores que complicarán y alargarán nuestra especulación hacia el infinito. Es el clásico caso de personas que se pasan todo el día organizando, pero no concluyen muchas cosas con esa organización: la necesidad de orden y meticulosidad se acaba imponiendo a la eficacia y eficiencia. A fin de cuentas, esta tendencia está directamente relacionada con la siguiente tendencia.

2. La tendencia de la persona al perfeccionismo que le lleva a extremar la decisión para hallar la opción “perfecta”.
Es el síndrome del surfista que en busca de la “hola perfecta”, se pasa todo el día viendo pasar “olas inferiores” sin cabalgar alguna: al final del día habrá cabalgado muy poquitas, aburriéndose entre una y otra, frente a sus amigos que se lo habrán pasado genial tratando de sacarle partido a todas las que venían.
Si esperamos que llegue el momento perfecto, está claro que ese momento jamás vendrá. Acabaremos encontrándole pegas a todo. En estos casos podemos preguntarnos si el perfeccionismo no será una manera de disfrazar un bloqueo más profundo, quizás emocional, que nos lleva a la inoperancia (miedo al cambio, miedo al fracaso, o miedo a la incertidumbre).

3. El miedo al fracaso: es decir, la falacia implícita de que solo hay una opción buena (la correcta!) y que las otras serán equivocadas.
¿Te imaginas si los investigadores que estudian la posible cura del cáncer (sea el que sea) dejaran de investigar por miedo a fallar o simplemente tras el primer fallo? ¿O si los gobiernos, por miedo a perder dinero, dejarán de invertir en ello?
Esto proviene de nuestro nefasto sistema educativo que nos amolda a pensar que si no damos con la opción correcta, todas las demás serán equivocadas. Esto sucede porque desde pequeños nos acostumbran a pensar en términos de éxito y fracaso mediante la resolución de problemas simples (son aquellos que solo tienen una opción correcta, como las ecuaciones o los problemas de lógica lingüística), con el fin de clasificarnos como personas y darnos una nota. Pero la vida real no está compuesta de problemas simples, sino de problemas complejos, es decir aquellos problemas que no tienen una decisión correcta predefinida a priori, y que se componen de varios caminos indefinidos que solo se pueden recorrer mediante pruebas y errores. Un error no tiene porque suponer el desistir, sino el buscar nuevos caminos posibles: agotar opciones. Siempre hay manera de hacerlo mejor o distinto, aunque sea desde nuevas condiciones, si no los perfeccionistas no tendrían tan difícil tarea y trabajo en encontrar esa opción perfecta. Es importante entender en estos casos que el fracaso no es un callejón sin salida que determina y clasifica a una persona, sino que es un paso necesario e intermedio en el camino hacia la resolución de un problema para el que pueden existir muchos caminos distintos y formas de recorrerlos, y que en ocasiones la componente intuitiva es más importante que el mero cálculo de pros y contras orientado en “tratar de dar con la tecla”.

4. La falaz necesidad de seguridad en la opción a elegir y la falaz reducción del margen de incertidumbre.
Cristobal Colón consiguió dinero para su proeza convenciendo a la Reina Isabel que podía cruzar el atlántico, más allá de todas las creencias de la época. No había seguridad acerca del resultado, el nivel de riesgo era altísimo, de hecho fracasó porque no encontró la Indias, pero gracias a superar los límites de lo conocido, gracias a la componente intuitiva que iba más allá del mero cálculo racional de la época que invitaba más bien a quedarse quietos en casa, Cristobal Colón pasó a la historia y España se convirtió en el país más poderoso del planeta. Las grandes decisiones siempre tienen una componente intuitiva rompedora: quien se atreve a atravesarla es quien más tiene la opción de marcar la diferencia.
Cuando iniciamos a funcionar con la componente intuitiva, la incertidumbre acecha y puede que el deseo de eliminar el margen “de error” o “de riesgo” nos lleve nuevamente al primer punto (cálculo de pros y contra) y cierre el círculo vicioso haciéndonos pensar otra vez en esa necesidad de más información y análisis. En este punto es cuando podemos romper ese círculo pensando que la seguridad no existe, es en sí misma una falacia, y que todos son buenos en tomar decisiones “seguras”: es más, las decisiones “seguras” hacen que todos las puedan tomar (los ineptos y los gurús), lo cual no representará ventaja competitiva alguna. El liderazgo se fragua necesariamente a raíz de superar uno sus propias barreras haciendo uso de la intuición como compañera de viaje y teniendo en cuenta que la incertidumbre es un factor más con el que lidiar. Tratar de eliminar o reducir la incertidumbre, a partir de un punto, nos convertirá en mediocre: personas que hacen todo lo que otros pueden hacer. Sin embargo, es lidiar la incertidumbre lo que nos convertirá en líderes. A tal afirmación unos suelen argumentar que “está lleno el cementerio de valientes”, la respuesta de Öptima Coaching a esta argumentación es que “al cementerio también acaban yendo los no valientes” lo único que les diferenciará será el remordimiento de no haberlo intentado y haber pasado bajo la insignia de la mediocridad y de las desgracias ocurridas por causa de esa incertidumbre que se negaron a considerar bajo la ceguera de una “falsa seguridad”.

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