Cómo Controlar tu Necesidad de Control

Necesidad de Control

La mayor condena hacia la infelicidad

Necesidad de Control

¿Te sueles frustrar porque las cosas no salen cómo quieres?

¿Sueles tener grandes expectativas por las cosas, pero muy pocas veces la vida te satisface con resultados a la altura de lo que deseabas?

¿Son más las personas y situaciones que te decepcionan que las que te ilusionan?

Entonces tienes que leer este post hasta el final.

Porque no sé si lo sabes, pero la infelicidad se aprende.

Te voy a contar cómo aprendiste y porque nuestros hijos están estudiando y aprendiendo a ser infelices.

También te diré que puedes hacer para revertir esta tendencia.

Prepárate porque lo que viene a continuación puede cambiar radicalmente tu forma de pensar.

Y así cambiar tu vida.

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¿Has oído hablar alguna vez de la necesidad de control?

¿Te consideras una persona controladora?

¿Sabes que la necesidad de control es uno de los principales factores que llevan a las personas a convivir constantemente con la frustración?

La necesidad del ser humano de controlar su entorno y manipularlo a su antojo y conveniencia es algo natural que remonta a los principios básicos de la existencia. Como especie, no habríamos evolucionado hasta el nivel actual de no tener esa necesidad.

Pero lo que para la especie fue el motor del desarrollo y la evolución, para el individuo, en un entorno tan cambiante y volátil como el actual, puede convertirse en la mayor fuente de infelicidad.

Sobretodo si lo asociamos a una capacidad que hemos adquirido y que entrenamos cada vez más desde las etapas tempranas de la infancia, cómo es el razonamiento abstracto.

El razonamiento abstracto es la facultad ejecutiva que más se suele ejercitar en los sistemas educativos del mundo y consiste en aprender a proyectar el pensamiento en el tiempo con el fin de hacer previsiones verosímiles acerca del futuro y evaluar ventajas e inconvenientes de escenarios y posibilidades, con el fin de escoger aquellos que pueden suponer el mayor beneficio para la persona.

Actividades escolares cómo el cálculo aritmético, el dibujo técnico, los problemas de matemáticas, la filosofía, la física y la química, ejercitan esta competencia mental.

Pero, ¿qué tiene que ver esta capacidad con la necesidad de control?

Y sobretodo ¿por qué todo esto tiene el alto potencial de hacernos infelices?

Vaya trato dirán nuestros hijos… los mandamos a la escuela para que en definitiva aprendan cómo ser infelices

Qué desastre.

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Te explico más en detalle.

Hace cien años o incluso más, las personas no eran tan conscientes de tantas cosas que sucedían a su alrededor.

Vivían rodeadas de una serie de variables que eran más limitadas en cantidad y en frecuencia de cambio. Era muy probable que el número de kilómetros que una persona se desplazara en su vida y el número de personas diferentes que llegara a conocer, no superara el 1% de lo que tenemos nosotros en nuestros tiempos.   

Esto suponía una menor cantidad de datos e información a procesar por parte del cerebro.

Su “zona de control” era por tanto muy amplia, ya que podía abarcar un número limitado de actividades e interacciones.

La cantidad de imprevistos era menor.

En este sentido su necesidad de control podía satisfacerse con gran facilidad, debido a que el círculo de vital de las personas era restringido y sujeto a la influencia de pocas variables externas.

Pero en los tiempos actuales todo esto ha cambiado. La cantidad de información e interacciones que tenemos es cada vez mayor.

No controlamos la gran mayoría de variables y situaciones que rodean nuestras vidas, pese a que creemos de estar haciéndolo correctamente.

Pero nuestro cerebro no ha evolucionado con la misma rapidez que nuestro entorno.

Y nuestra necesidad de control permanece siendo la misma.

Por tanto, tenemos una necesidad de control que tratamos de aplicar a un contexto (o varios contextos sobrepuestos), cuya zona de control es menor respecto a la que teníamos hace cien años.

Resultado de todo esto es que no nos paramos a valorar si aquello que queremos controlar está realmente bajo nuestro control o no.

En definitiva, tratamos de controlar incluso aquellos aspectos de nuestra vida que se escapan de nuestro control, cómo es la voluntad de nuestros hijos, la amistad y el compromiso de las tantas personas que nos rodean, la fidelidad de nuestros compañeros de trabajo, el beneplácito de nuestros jefes, la complacencia de nuestros empleados, los intereses de nuestros clientes, etc.

Esto tal vez no te parecerá nuevo. Tal vez pensarás que esto sucedía igual hace cien años. Cierto, pero con la diferencia que la vida hace cien años no estaba tan sujeta cambios como lo está en nuestros tiempos: esto significa que su voluntad, amistad, compromiso, fidelidad, complacencia e intereses, pueden variar con mucha más rapidez que hace cien años.  

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Interesante ¿verdad?

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Pero volvamos al tema. Lo que te acabo de detallar no se aplica solo a las personas. A día de hoy se multiplica por diez (o incluso más) la cantidad de actividades variadas que realizamos, respecto a lo que una persona de promedio hacía hace cien años.

Y en consecuencia, tratamos de controlar un entorno cuyos imprevistos también se multiplican por diez o más.

Hasta aquí espero tengas claro porque la necesidad de control ahora nos hace más infelices que hace cien años.

Pero a esto hemos de añadir nuestra capacidad especuladora y de cálculo, llamada razonamiento abstracto. Nuestro sistema educativo en los últimos cien años nos ha permitido entrenar esa facultad que nos permite a la vez prefigurar escenarios y así elegir el mejor.

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Esta capacidad condiciona radicalmente nuestras preferencias ya que nos permite ser cada vez más conscientes de ciertas posibilidades.

Para la mente humana, es suficiente prefigurar una visión atractiva acerca de algo, para desear alcanzarlo.

Esta tarea mental es muy fácil y rápida.

Ese deseo se convierte en el término de comparación a través del cual solemos valorar hasta qué punto los resultados que obtenemos cumplen con la expectativa o proyectos que prefiguramos mentalmente.

Lamentablemente, la mente tarda menos de un segundo en crearse una idea perfecta acerca de una cosa, mientras que el cuerpo físico necesita de un proceso más lento y limitado por el mismo entorno físico.

El territorio nunca es el mapa.

En el mundo abstracto de la mente los resultados se logran siempre con menos esfuerzo y de una manera más optimista. Porque puestos a imaginar y soñar, solemos soñar con el mejor de los escenarios posibles.

Esto nos lleva a ser impacientes y críticos por defecto.

Las cosas en el mundo físico sucederán siempre con mayor retraso y lentitud que en el mundo mental.

Y los resultados, paradójicamente siempre serán menos perfectos y placenteros.

Es por eso que mucho prefieren soñar y fantasear, en lugar de esforzarse y practicar.

Y esto se convierte en un agravante de nuestro malestar, bien porque no actuaremos por miedo a no lograrlo, o bien porque nos desesperaremos por no llegar los resultados tan rápidos cómo llegan en nuestra mente, o bien porque no reflejarán el ideal nuestro pre-definido.

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Ahora querrás saber qué puedes hacer para revertir esta tendencia y en definitiva vivir con menos estrés, menos prisa, menos malestar y más satisfacción.

Si quieres superar el malestar provocado por la necesidad de control, has de aprender paradójicamente, a controlar la tendencia al control.

En efecto esta tendencia tiene una trampa que has de aprender evitar.

La tendencia al control te lleva a querer controlar aquello que no está realmente bajo tu control, con un fin muy claro: porque en la medida en que ella controla, puede permitirse no estar sujeta al control ajeno.

Para ser más claros: la tendencia al control, en la medida en la que lleva a la persona a querer controlar su entorno, permite a la vez a la misma persona de no estar sujeta ese control.

Quien controla goza de la condición privilegiada de no ser controlado.

Y la mente aspira a ese fin.

La mente controladora funciona cómo un dictador: trata de controlar lo que le rodea para en definitiva hacer lo que quiere.

En la medida en la que la mente trata de controlar, consigue que la persona no se cuestione a sí misma y no se controle a sí misma.

Sin embargo hemos de ser conscientes que el único control que podemos ejercer en nuestra vida con mayor eficacia no es aquel que tratamos de aplicar a nuestro entorno, sino aquel que podemos aplicar a nosotros mismos.

Lo único de lo que somos dueños es de nuestra propia tendencia al control y no de lo que esa tendencia trata de controlar.

De ahí el titular de este post: “controla a la necesidad de control”

Controla a la necesidad de control y así controlarás tu vida.

Y si crees que esto es muy difícil, cuidado en caer con el autoengaño de pensar que lo que tienes a tu alrededor es más fácil de control que tus propias necesidades.

Ten presente lo que te voy a decir a continuación:

¿Cómo vas a ser capaz una persona de controlar aquello que le rodea, si no es capaz de controlarse primero a sí misma?

Interesante ¿verdad?

No quiero extenderme más en este blog. Si tienes preguntas o quieres que te hable más sobre esto, dímelo en los comentarios.

El material de este vídeo es un tema extra de mi curso de Productividad Personal y Metodologías Ágiles de Trabajo, que imparto en la Universidad de Murcia con mi método Óptima. Si quieres saber más, indícamelo y te pasaré enlace:

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https://www.youtube.com/c/Psicolog%C3%ADaTrabajoyBienestar

Hasta pronto.

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